Opinión. Un toque de alerta

25 abril 2008

La renuncia irrevocable de Fabio Zambrana a la oficina de captación de socios del club es un golpe bajo para Oriente Petrolero. Dice un refrán que si el río suena es porque piedras trae, en este caso es una señal de que las cosas en el interior del directorio no están bien, o al menos esa es la figura que dibujó al momento de irse el otrora hombre clave para la salida de Mario Chávez y el retorno de Miguel Ángel Antelo a la presidencia del club.

El que acaba de hacerse a un costado no es cualquier hincha, es nada menos aquél que le puso el pecho a las balas y se animó a encarar de frente un cambio de timón en Oriente, a raíz de un manejo verticalista y personal de la gestión anterior. Pero antes de tirar la toalla, Fabio explicó los motivos de su salida y le deseó mucha suerte a ‘Choco’ y compañía. Sin dar nombres ni entrar en detalles, lo real es que Oriente no es una taza de leche y es momento de frenar en seco y hacer una autocrítica para que después no sea demasiado tarde.
En lo deportivo el equipo se quedó sin título, en lo institucional emergió esta inesperada renuncia, y para colmo los vecinos del barrio El Trompillo iniciaron una campaña para despojar al club de su sede (otorgada por la Alcaldía en usufructo). Han transcurrido seis meses desde que asumió Antelo y en este corto periodo de su mandato se han escuchado algunas voces desde el interior que, escudadas en el anonimato, admitieron que se está trabajando mal en varias comisiones.
Se viene el torneo Clausura y es oportuna una autocrítica. A la gente no le importa si el equipo tiene cancha para entrenar o no, si el problema entre Fabio y algunos dirigentes es más personal que institucional, o si el número de socios aumenta cada día, el hincha quiere triunfos y títulos, sueña con estar abrazado a la gloria permanentemente, desea sentirse campeón todos los días, necesita ser retribuido por tantas frustraciones. Eso busca el hincha.
Si se está haciendo un mal trabajo, todavía es tiempo de enderezar un camino gredoso y resbaladizo que los puede llevar al fracaso.

El Deber

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