Opinión. El barro en Oriente mancha a cualquiera

12 noviembre 2007

La semana que terminó, confirmó una vez más que en Oriente Petrolero las cosas van de mal en peor. Cuando parecía que el club se encaminaba a un proceso eleccionario destinado a curar las heridas de su malograda institucionalidad, apareció una decisión del Tribunal de Justicia Deportiva (TJD), ordenando paralizar todo, incluso poniéndole la mano encima a la oficina de captación de socios, tras la denuncia de algunos aportantes por faltas al estatuto del club.

En medio de este último escandalete, uno de los que quedó mal parado fue Fabio Zambrana, el vocalista y compositor que decidió alternar su vida en Azul Azul con la de activista ‘verdolaga’. Al parecer se cansó de ver cómo en el club de sus amores las cosas no iban bien y decidió meterse para manejar un libro de socios que le diera algo de transparencia a las elecciones del club. Lo hizo con la mejor de sus intenciones y si en el camino cometió un error (como insultar a alguien), no es motivo para comenzar a lanzarle barro.

¿Alguien cree que Fabio Zambrana se iba a meter a captar socios en busca de un interés personal? ¿Acaso iba a ser tan iluso de manchar su nombre por unos cuantos centavos?
Si bien nadie puede poner las manos al fuego por nadie, hay que reconocer que su presencia en Oriente era una de las pocas que daba luces de transparencia y honestidad. Sin embargo, algo que está claro es que el que quiera meter la mano en Oriente para hacer algo bueno, debe estar listo para que lo insulten y le dejen el nombre por el subsuelo.

Y eso preocupa, porque esta semana también apareció Marco Antonio Etcheverry como uno de los posibles técnicos del equipo en caso de que Miguel Ángel Antelo asuma la presidencia. La oferta tiene tintes electoralistas y trata de sacar provecho de la buena imagen y trayectoria que el Diablo se ha ganado en las canchas. No vaya a ser, sin embargo, que en unas semanas la gente se olvide de todo lo que Etcheverry le ha dado al fútbol y comiencen a regarlo de barro. Como todos sabemos, cuando la guerra es sucia, hasta el que quiere quedar limpio termina con los trajes manchados. Quizás, es por eso que mucha gente honesta, que tiene ganas de trabajar por su club, decide mantenerse al margen. Quizás por eso, muchos clubes se han convertido en feudos de aquellos a los que no les importa nada, más allá de acaparar cierto poder.

  • El Deber


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